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APRENDIENDO CASTELLANO EN MEDIO DE UNA EMERGENCIA CLIMÁTICA

Como filipina, hablo al menos tres idiomas con fluidez. Es decir, hablo tagalo (la lengua nacional de Filipinas), ilocano (la lengua de la mayoría en el norte) e inglés (también una de las lenguas oficiales del país, al haber sido una antigua colonia de Estados Unidos). Sin embargo, trasladarme a España me llevó a un nuevo reto lingüístico que no había previsto: aprender español a los 30 años.

Me mudé a España en septiembre de 2020 para cumplir un sueño. En medio de una pandemia mundial, decidí volar a Barcelona para estudiar un máster en Ciencias Políticas. Ya había estado en la ciudad una vez como turista y me encantaron sus calles empedradas y su peculiar arquitectura. También recuerdo que podía comunicarme principalmente en inglés, lo que ingenuamente pensé que sería suficiente para sobrevivir en la ciudad como habitante. Resulta que aprender español no sólo me permitiría ganarme la simpatía del cajero del supermercado de mi barrio o me facilitaría la vida a la hora de hacer trámites con las administraciones públicas, sino que también me permitiría experimentar la comunidad y la convivencia más allá de lo que había imaginado.

Como filipina, tengo cierta ventaja para el aprendizaje del español porque mi lengua materna incluye muchas palabras españolas (miles de préstamos, según estimaciones). Pero esto no significa que el aprendizaje del idioma haya sido fácil. Durante los primeros meses, tuve que recordar constantemente el género de las palabras, algo que me resultaba completamente ajeno porque el tagalo no tiene las mismas dimensiones de género en los sustantivos o adjetivos. Con el tiempo, disfruté aprendiendo las peculiaridades y matices de la lengua española, sobre todo al darme cuenta de su semejanza con el tagalo. A día de hoy, todavía me río un poco cada vez que oigo la expresión «mala leche» porque en Filipinas también se utiliza «¡Leche!» para expresar decepción o mal humor. Las similitudes lingüísticas entre el tagalo y el español no dejan de sorprenderme.

Con el español también he aprendido nuevas formas de transmitir la importancia de un tema que me apasiona: el cambio climático. En tagalo, no hay una traducción directa de “cambio climático”, pero en español, la expresión “cambio climático” resume el significado de este fenómeno. Además, el español me ha enseñado nuevas formas de aprovechar el poder y la esperanza de las personas en la lucha por otro mundo. Por ejemplo, «El pueblo unido jamás será vencido» expresa perfectamente el poder que tiene un frente popular unido para desmantelar los sistemas de opresión que prolongan la injusticia climática. Es una frase que guardo en mi corazón.

De hecho, aunque aprender un nuevo idioma puede ser desmoralizador, el proceso también puede ser una forma de descubrir el mundo y la sociedad. Para mí, el español también me proporcionó nuevas formas de respetar a las comunidades que están al frente de la crisis climática, aquellas que trabajan cada día para construir un planeta mejor y más justo. Aprender español me abrió el mundo a las diferentes formas en que el cambio climático está cambiando a las comunidades y a lo que están haciendo para luchar contra él. En uno de mis paseos por Barcelona, recuerdo haber visto un grafiti escrito en una pared al que todavía vuelvo cada vez que el futuro parece demasiado oscuro y angustioso. Es esta frase la que espero recordar siempre en los momentos de pérdida o desesperación: Tengo ganas de ganar el mundo.

Alanah Torralba

[traducido del inglés]

6 de diciembre de 2022

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